Inflamación y Fertilidad

La inflamación es la respuesta natural del cuerpo a un daño o a una infección. Y es bueno para nuestra salud poder inflamar correctamente porque pone en marcha procesos que nos ayudan a lidiar con ciertos problemas. Pero, al igual que nuestro cuerpo debe saber inflamar, debe poder también desinflamar a tiempo. Si estos dos procesos se dan, nuestra salud está asegurada. 

Sin embargo, cuando la inflamación no se apaga en el tiempo oportuno, los mismos mecanismos que antes nos protegían ahora se vuelven en nuestra contra. La inflamación crónica de bajo grado está ligada a determinadas condiciones que afectan a la fertilidad como la endometriosis, adenomiosis, el síndrome de ovario poliquístico, fibrosis uterina, fallos de implantación o abortos de repetición. Y se llama ‘inflamación de bajo grado’ porque puede no ser muy evidente. Podemos no notarla y no sentirnos suficientemente enfermos como para quedarnos en cama sino que nos permite seguir adelante con el día a día. Si bien, la factura de la inflamación pequeña pero constante se acaba pagando antes o después.

El ambiente pro inflamatorio puede dañar los embriones e impedir su correcta implantación. Puede alterar la delicada estructura de las trompas de Falopio o la capacidad de producción de ovocitos por parte de los ovarios  Uno de los grandes obstáculos para el éxito en la implantación de embriones y la razón por la que las FIV pueden fallar en determinadas mujeres está relacionado con un ambiente inflamatorio continuado, fruto de una alteración pro-inflamatoria del sistema inmune o a una situación de autoinmunidad.

Es bien conocida la asociación de determinadas condiciones inmunitarias como la celiaquía o la hipotiroiditis de Hashimoto que cursan con subinfertilidad o incluso infertilidad. En los casos en los que el embarazo no llega o hay abortos recurrentes sin causas fisiológicas manifiestas se debe tener en cuenta el factor inflamatorio y cómo este puede estar interviniendo.

En los hombres, también la inflamación tiene repercusiones sobre su capacidad fértil. La Además, de las inflamaciones específicas en los testículos que puede dañar las células productoras de esperma o directamente contaminar el líquido seminal con agentes inflamatorios, la inflamación sistémica de bajo grado causada por el estrés, tóxicos, una mala dieta o falta de sueño reparador, puede afectar a la producción de hormonas y a la falta de libido.

¿Qué causa inflamación? 

¿Cómo sé si estoy inflamada? 

Patógenos como virus, bacterias, hongos son la primera causa de inflamación, pero también heridas, irritaciones o contusiones. Y una herida puede ser tener llagas en la boca, gingivitis-periodontitis o gastritis en el estómago… Y hongos puede haber en la piel, en los pies, en la vagina, en la boca… Si tenemos animales o en casa o convivimos con niños pequeños la presencia de parásitos es bastante habitual. No son situaciones graves pero deben tratarse para ponerles fin si el cuerpo por sí solo, no ha podido hacerlo en un tiempo oportuno.

Los tóxicos como el  tabaco o las toxinas medioambientales generan inflamación. Pero también  el exceso de ejercicio, la dieta incorrecta o el estrés mantenido en el tiempo.

Es decir, si vives en una gran ciudad, estás estresado en el trabajo, no tienes tiempo para cocinar en casa y coges resfriados cada dos por tres, estás inflamado. 

¿Y qué puedo hacer?

Con una analítica específica se pueden conocer marcadores pro-inflamatorios no específicos (Proteína C reactiva, Velocidad de Sedimentación de la Sangre, niveles de Interluquina6), es decir, que te dicen que hay inflamación pero no te indica dónde.

Pero una vez identificado un estado inflamatorio no debemos confiar exclusivamente en la toma de medicación para repararlo sino que habrá que hacer una revisión de los hábitos de vida que te han llevado a esta situación. ¡Y cambiarlos! De hecho, los medicamentos para paliar la inflamación de bajo grado (ibuprofeno, aspirina o prednisona) están diseñados para utilizarse en momentos agudos de inflamación pero no para patologías que se alarguen en el tiempo, ya que pueden interferir negativamente en la repuesta inmune natural del organismo, causando, además, otros efectos secundarios indeseables. 

Revisar la dieta, el ritmo de vida o el nivel de estrés son herramientas muy potentes para frenar la inflamación… o para causarla!

Por otro lado, tratamientos de la medicina alternativa como la acupuntura, han demostrado tener efectos positivos sobre la inflamación, la ansiedad y las alteraciones inmunológicas. 

¿Cómo es una dieta antiinflamatoria para mejorar mi fertilidad?

Centrémonos hoy en la dieta, ya que está al alcance de todos hacer intervenciones en este nivel. Hay alimentos que directamente provocan inflamación, más o menos dependerá de la persona, y hay alimentos que, por contra, reducen la inflamación sistémica del cuerpo. La recomendación pasará por reducir o evitar los primeros y potenciar los segundos en nuestra dieta habitual.

  • Pescado azul: contienen niveles de ácidos grasos omega 3 que ayudan a contrarrestar la inflamación de otros productos de la dieta como los ácidos grasos omega 6, muy presentes en la dieta occidental, rica en carne roja de animales estabulados y rica en carbohidratos simples muy procesados. 
  • Frutos secos como las nueces o las nueces de Macadamia, que son ricas en Omega 9 y semillas como el lino, la chía o el hemp (cáñamo)
  • Frutas y verduras: ricas en antioxidantes que ayudan a neutralizar a los radicales libres, responsables en muchos casos de la inflamación. Verduras naranjas y verde oscuras serían las más interesantes para consumir por ser ricas en betacarotenos. 
  • Aceite de Oliva crudo, rico en Omega 9 y en oleocanthal (componente fenólico) ambos muy anti inflamatorios. Pero ojo! El aceite de oliva calentado a altas temperaturas se vuelve inflamatorio. Menos que otros aceites vegetales sometidos al calor, pero también pro-inflamatorio. 
  • Especias como la cúrcuma, el ajo, el jengibre, el romero: capaces de neutralizar la acción de determinados enzimas proinflamatorios del cuerpo. 
  • Cacao o chocolate negro: estudios en laboratorio han demostrado que estos compuestos enlentecen la señalización de moléculas involucradas en los procesos inflamatorios. El truco para que sea saludable está en no añadirles demasiado azúcar y grasas indeseables.
  • Manzanas, cebollas, frutos rojos, las brásicas (coles), alcaparras… todas ellas ricas en Quercitina, un importante antioxidante y anti-inflamatorio. 
  • Alimentos fermentados: como el Kimchi, el Chukrut o Suerkraut, el Kefir, el Kombucha o, incluso el yogurt –mejor de coco que de leche de vaca-. El estado de salud intestinal es fundamental para el control de la inflamación sistémica.
  • Otros alimentos como Té verde, la piña o el propóleo (resina de las abejas) han demostrado interferir con los procesos inflamatorios prolongados en el tiempo.
  • La vitamina D y los alimentos ricos en ella, como el aceite de pescado, el marisco de concha, los champiñones o la yema de huevo.
  • Aceite de coco: con grasas saturadas beneficiosas para nuestra salud, gracias al ácido láurico, presente en la leche materna, y ácido caprílico con propiedades antibacterianas y cicatrizantes.
  • Por último, la vitamina A y los productos que la contengan como el hígado ecológico y los huevos camperos.

Además, será  interesante comer más cantidad de pescado blanco, marisco y aves por delante de la carne roja, y siempre poniendo atención a la procedencia y forma de cría de los animales. Un salmón de piscifactoría no tendrá omega 3. Para que lo tenga, debe ser -y ponerlo en el embalaje-, salmón salvaje. Un animal estabulado, hacinado e hiper medicado será altamente inflamatorio para nuestro organismo. Un animal que haya pastado y se haya movido, además de consumir pienso, será un animal más tolerable para nuestro organismo.

Los productos lácteos, así como la carne roja, son rico en ácido araquidónico, un ácido graso necesario pero que, en exceso, es muy inflamatorio. 

¿Qué debo evitar en mi dieta?

Los alimentos a evitar pueden no causarte demasiada sorpresa. Parecen obvios, no sabemos bien cómo, todos acabamos comiéndolos!! Nuestro frenético estilo de vida, el bombardeo publicitario, la colocación de los productos en los supermercados… todo juega a favor para que consumamos este tipo de productos. No podríamos decir que son perjudiciales en sí para la salud pero sí debemos entender que deberían suponer un consumo puntual y no ser la base de la alimentación de una persona. Nos referimos a:

  • Carbohidratos refinados: harinas, galletas, panes, pizzas, bollería… ¡No hay galleta buena! ¡No son un producto para consumo diario!
  • Azúcares y edulcorantes: que están presentes como conservantes en casi todos los productos y como potenciadores del sabor en otros (Un jamón de york por azúcar se vende más que uno sin él porque sabe más rico y se consume más!)
  • Alimentos muy procesados y elaborados. Todos aquellos que tengas una lista de ingredientes muy larga! 
  • Aceites vegetales sometidos a altas temperaturas: todos los aceites vegetales de la repostería se han visto dañados por el efecto del calor y ahora se han convertido en grasas trans.
  • Grasas hidrogenadas de las margarinas y postres. La hidrogenación otorga una consistencia untuosa y cremosa a los alimentos, a costa de nuestra salud.
  • Cafeína, tabaco y alcohol también entran en esta lista.

Por último, pero no por ello menos importante, sería deseable aprender a lidiar con el estrés. Lo ideal sería eliminar el estrés pero, como eso es tarea casi imposible, hay que aprender a vivir con ello y saber llevarlo mejor. La respuesta fisiológica al estrés es la producción de glucosa y otras sustancias proinflamatorias. Si mantenemos el estrés en el tiempo nos estaremos haciendo un flaco favor. 

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